martes, 21 de diciembre de 2010

HISTORIAS DE NAVIDAD

"todos van alegres, llegó Navidad... y en mi rancho pobre, y en mi rancho pobre tristeza sólo hay.... No llores mi niño, ya no llores más, que nadie se acuerda, que nadie se acuerda que no tienes pan"
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"allá en un pesebre dicen que nació un niñito rubio, rubio como el sol... dicen que es muy pobre, pobre como tú; destino de pobre, destino de pobre, destino de cruz".
                     (Jorge Cafrune)



 AMIRA Y OTROS


Llegó a través de un programa de acogida para ser intervenida quirúrgicamente de una grave patología visual. Su timidez, nacida de la desconfianza o tal vez del miedo, resultaba preocupante y conmovedora a un tiempo. Todo le sorprendía y le asustaba. Pasados unos meses, Amira ha superado felizmente su afección; sus enormes ojos oscuros están llenos de luz y la ilusión ribetea la comisura de su sonrisa resplandeciente. Pero justamente ahora, cuando comienza a comprender y adaptarse a la holgada vida que muchos de nosotros disfrutamos, Amira tendrá que regresar a su pequeño mundo, rebosante de carencias y pobreza, a ese Sahara abandonado por España desde 1975, repudiado y chuleado por las Naciones Unidas y hostigado por Marruecos. Un pequeño mundo, como tantos otros en el planeta, sometido a la cruel tiranía de los voraces e insaciables intereses económicos del gran capital y las naciones que servilmente le procuran los imprescindibles fundamentos jurídico-políticos.

Entro en la librería Cousas y Cousos, justo enfrente del Concello, para adquirir unos lotes de postales de felicitación navideña (costumbre readquirida) y elijo unas cuya contraportada reza "Proyecto SOS Malawi". Encuentro el siguiente comentario de Linda Mc Donald (Malawi Underprivileged Women):
El “Bottom Hospital” es un hospital público al que acude la población más pobre de Malawi, estatus social en el que se encuentra, de hecho,  la mayoría de la población.  Atiende una media de 11.500 partos anuales […]
La primera vez que entras en el Bottom Hospital  te das cuenta del horrendo olor que se respira. De hecho, no encuentro palabras para describirlo, nunca había olido nada parecido en mi vida y eso que he olido muchos olores. El terreno que rodea el hospital está lleno de mujeres embarazadas, niños y “guardinanas” (mujeres que acompañan a las mujeres embarazadas y que les prestan su ayuda durante los primeros estadios del parto y en el post-parto), acampando, cocinando, tendidas en el suelo, esperando. El hospital tiene pasillos oscuros, con mujeres que hacen cola mientras esperan a ser atendidas o que permanecen tendidas en el suelo. […]
No hay anestesia ni analgesia disponibles para aliviar el dolor durante el parto, y a veces ni siquiera petidina para las pacientes que acaban de sufrir una cesárea. Las mujeres dan a luz en una cama sin sábanas, almohadas, toallas, agua caliente, compresas, gasas u otros productos sanitarios, y con muy poca o ninguna privacidad ni dignidad.  Permanecen tumbadas sobre una sábana de plástico similar a nuestras bolsas de basura de color negro con una pieza de algodón (chitenjes) en la parte superior. Es todo lo que tienen para absorber los fluidos corporales, limpiarse o secar y envolver a sus bebés recién nacidos.  El personal lleva constantemente guantes, recordándonos que el 40% de la población de Malawi es V.I.H. positiva.

El testimonio del Dr. Tarec Maguid (del Bottom Hospital) es sobrecogedor. Reproduzco un fragmento:



"... Echando un vistazo a la evidencia de la que disponemos en África, podemos decir que las cosas no han mejorado en absoluto. Los índices de mortalidad materna siguen siendo tan elevados que cualquiera que trabaje es este campo no puede por menos que avergonzarse y experimentar un sentimiento visceral de fracaso. Cada chica joven que muere en nuestras salas marca el fin del mundo para esa mujer en particular y, probablemente, para su hijo recién nacido. Y supone también, en cierto modo, el fin del mundo para nosotros, al menos para aquellos de nosotros que estamos “en el frente”.
Cuando se ha dicho todo lo posible acerca de la muerte de esa mujer, cuando se han dado todo tipo de explicaciones médicas; cuando ha quedado claro que esa muerte podría haberse evitado; cuando el llanto de su familia ha cesado; cuando sus familiares, pareja e hijos se han marchado, entonces uno se cuestiona la existencia de los Derechos Humanos. “En el frente” uno siente indignación, rabia, frustración, culpa, tristeza, fracaso, todo ello trepando, lento pero seguro, sobre la totalidad de nuestro ser. Esto ocurre muchas veces pero, en ocasiones, incluso la muerte más horrorosa no consigue despertar dichos sentimientos; a veces experimentamos sólo una especie de entumecimiento que logra apoderarse de toda la humanidad. De la humanidad de la mujer que acaba de morir y de la de aquellos de nosotros que tratamos de salvarla infructuosamente..." 

Supongo que adquiriendo estas tarjetas aporto un pequeño grano de arena, pero en realidad es bien poco y resulta frustrante.

Me comenta Mónica que uno de los pequeños del Colegio Público es diabético y por tanto no puede prepararle el cucurucho de golosinas que tradicionalmente se reparte a los niños antes de las vacaciones de navidad; me sugiere cambiarlas por unas pulseras de goma de moda y lápices, sacapuntas, etc., con un gracioso diseño de rabiosa actualidad. Qué fácil resulta resolver los dilemas cuando hay recursos sufientes y qué enorme abismo se abre entre la entidad de nuestros problemas y los que padece el "tercer mundo".

Aún así, me consta que incluso en nuestro entorno más inmediato existen situaciones dramáticas que podemos y debemos aliviar entre todos. Tal vez muchos de los que, a Dios gracias, nos vemos en una situación más favorecida que la media, podríamos llenar una cesta de viandas, juguetes e ilusiónes y hacérsela llegar discretamente a esas personas que lo necesitan de verdad,. ¡Ah! y sin presumir de ello, sin esperar reconocimientos sociales ni  pontificales indulgencias , porque la caridad bien entendida y sinceramente practicada es en sí misma un regalo que debiéramos hacernos con la mayor asiduidad posible.