miércoles, 3 de agosto de 2011

PRINCEPS SENATUS Y NAVEGAPRINCEPS


Antes de Cristo.
      Terminadas las últimas campañas que liquidaron el triunvirato, Augusto regresó a Roma como triunfador, ante un pueblo jubiloso, con la esperanza puesta en el fin del caos y la guerra civil.
      Se celebraron múltiples festejos, fueron recompensados los soldados, se condonaron los impuestos e incluso utilizó su fortuna personal para aliviar a la población. Entregó raciones de trigo a los necesitados, promovió el embellecimiento de Roma y concedió ayudas a las provincias asoladas por inundaciones y temblores de tierra. Todas estas inversiones y ayudas permitieron reducir el déficit del "Estado" y comenzar una época de estabilidad económica y social.
      En efecto, la subida de Augusto al poder fue el principio de una era de Gobierno relativamente estable, requisito básico para la recuperación económica y la expansión. El nuevo régimen se hallaba entregado a la causa de la paz civil y la pacificación de los enemigo de Roma. El éxito de esta política fomentó el desarrollo económico interno y, en la medida que amplió el territorio controlado por los romanos, agrandó los horizontes económicos del imperio.
Muy hábilmente (en palabras de Séneca, "El soberano se disimulaba bajo el manto de la Republica"), en el año 27 a.c., Octavio convenció al Senado para que le declarase Princeps Senatus -primus inter pares-, y se le entregan poderes especiales ese mismo año, mediante un consensus universorum. Poco después recibiría el título de Augustus, que transformaría en su nuevo cognomen. Ese título de Augusto, tiene claras connotaciones religiosas, que otorgaban carácter divino a su misión.
     En palabras del propio Augusto:
    "En mi sexto y séptimo consulado (28, 27 ac), después de terminar la guerra civil, y habiendo obtenido todas las cosas por consentimiento universal, le retorné el poder del estado al Senado y al pueblo Romano. Por este mérito mío, por un decreto del Senado, fui llamado Augusto y mi frente fue públicamente vestida con una corona de laurel y una corona cívica, un escudo de oro fue puesto en la puerta Juliana del Senado, la inscripción del escudo atestiguaba a la virtud, merced, justicia y piedad, por la que la gente de Roma me la han otorgado. En ese tiempo excedía a todos en influencia, pero no tenía más poder que los otros que tenían mis colegas en cada magistratura".
      En el 23 a.c. obtiene la Tribunicia potestas -perpetua pero de renovación anual y que le permitía el ius intercessionis, el poder de vetar a otros magistrados, y reunir al Senado bajo su tutela. También se le otorga el Imperium Proconsulare Maius, un Imperium que hacía su poder de mando superior al de los otros Procónsules, de esta manera las provincias senatoriales quedaban bajo su mando y esto le daba autoridad directa sobre el ejército, así como tener el control de dirección sobre la política exterior Romana. Finalmente, se le otorga el poder del Censor.
      En el 22 a.c., al no resultar ser elegido Cónsul, la población interpretó dicho evento como que el Senado pretendía aislar a Augusto del poder. Esto llevó a una revuelta y durante los años 22, 21 y 20 a.c. no permitieron la elección de dos Cónsules sino solo de uno, dejándole un puesto libre a Augusto para cuando éste deseara tomarlo.
      En el 19 a.c. el Senado le permite a Augusto poder utilizar la insignia consular en público y frente al Senado, sin importar que en dicho momento Augusto fuera o no Cónsul, lo que tenía por objeto que éste lo parezca ante la población para evitar disturbios.
      Octavio Augusto nunca se presentó como Rey o Monarca, sino que siempre lo hizo como Princeps, y esto se hace evidente en los párrafos de su autobiografía:
      Cuando se me ofreció la Dictadura, tanto en mi presencia como en mi ausencia, por la gente y el Senado, cuando Marcus Marcellus y Lucius Arruntius fueron Cónsules, No lo acepté.
      En el 13 a.c. muere Lépido y Augusto toma su título de Pontifex Maximus. De esta manera no sólo logra reforzar su prestigio político, sino que también fortalece la religión romana en contraposición a las orientales, a las cuales mostró una gran hostilidad. Siendo Pontifex Maximus pudo reforzar la imagen del culto imperial, la cual fue uno de los pilares de los Principados siguientes. Varios monumentos y altares se levantaron en honor al Emperador y Julio César fue adorado como un Dios y puesto junto a Apolo. Es importante destacar que Augusto permitió esto solo en algunas provincias, donde la tradición de éstas lo favorecían. En el 2 d.c. sería nombrado Pater Patriae -Padre de la patria-.
    
       Año 2011. Diario de Las Palmas. laprovincia.es
Diario de Las Palmas. i EFE

    " AMOR Y RELAX EN
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En su primer día de estancia completa en Mallorca, Doña Letizia y sus dos hijas, las infantas Leonor y Sofía, acompañaron a Don Felipe, que compite en la regata a la caña del Hispano, en su traslado desde el palacio de Marivent al Real Club Náutico, en un automóvil conducido por Don Felipe.
     "El vehículo del Príncipe iba precedido por otro en el que Doña Sofía llevaba a sus otras dos nietas, Victoria Federica e Irene, mientras la infanta Cristina, que patronea este año el velero Aifos de la Armada Española, completaba el grupo al volante de su propio automóvil.
     "Nada más bajar del coche, el príncipe dedicó un sonriente "buenos días" a los periodistas que aguardaban frente a la entrada y todos posaron en las escaleras para los gráficos junto al presidente del Náutico, Matías Salviá, y el del comité organizador de la Copa del Rey, Javier Sanz.
     "Ya en el embarcadero, el Príncipe ayudó a subir a la cubierta a Doña Letizia y a sus dos hijas, ambas con camisolas blancas a juego con el vestido de su madre, y a ellos se unió la Reina desde la cubierta del Bribón, atracado a su izquierda. Antes de regresar a Marivent, la Reina, sus nietas y Letizia pasaron por la cafetería del club, donde se sentaron a tomar un refresco".
      
       Para no perder la costumbre, nuestro príncipe, en múltiples actos Jefe de Estado en Funciones y futuro Rey de España, regresa a Marivent,  donde se reúne toda la familia, manifestando públicamente sus ansias, o tal vez  insuperable necesidad, de diversión y esparcimiento. Enternecedor.
      Majestad, en uso de la libertad que me confiere mi condición de ser humano y de la responsabilidad inherente a mi condición de ciudadano del Estado español, con el mayor respeto y cariño debo manifestar que tal vez no sea el mejor momento  para hacer públicas demostraciones de "dolce vita" y caras aficiones, cuando la aflicción es el pan diario de millones de conciudadanos que no tendrán vacaciones, simplemente porque no tienen trabajo ni mucha esperanza de poder encontrarlo en un futuro inmediato. Un gesto solidario, sincero y públicamente perceptible tendría un valor inestimable para nuestro pueblo, que tantas muestras de afecto ha profesado reiteradamente al Rey D. Juan Carlos I y por extensión a su legítimo heredero.