Génesis,
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17
Y dijo al hombre: "Porque hiciste caso a tu mujer y comiste del
árbol que yo te prohibí, maldito sea el suelo por tu culpa. Con
fatiga sacarás de él tu alimento todos los días de tu vida. 18 Él
te producirá cardos y espinas y comerás la hierba del campo. 19
Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la
tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo
volverás!". ..
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Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara
la tierra de la que había sido sacado.
Paradójicamente, lo que
según la tradición judeo-cristiana occidental surgió como un
castigo divino, se ha convertido en uno de los bienes más preciados
para los seres humanos en general y muy particularmente para los
españoles. Según el barómetro a través del cual se identifica la
percepción de los principales problemas de España, publicado por el
CIS y que corresponde al mes de diciembre de 2011, la falta de
trabajo (el paro) constituye con diferencia (para el 82,1% de los
encuestados) el principal problema de nuestro país.
El artículo 35 de
nuestra Constitución, en términos muy similares a los que se
contienen en el artículo 23 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, proclama que Todos los españoles tienen
el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de
profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una
remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su
familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por
razón de sexo.
La
Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo,
congregada en Filadelfia en su vigésimo sexta reunión, adoptó, el
día diez de mayo de 1944, la Declaración de los fines y objetivos
de la Organización Internacional del Trabajo y de los principios que
debieran inspirar la política de sus Miembros. A ella se añadieron
sucesivas enmiendas, que fueron perfeccionando los textos iniciales.
En ella se recoge que el trabajo no es una mercancía, que la
lucha contra la necesidad debe proseguirse con incesante energía
dentro de cada nación y mediante un esfuerzo internacional continuo
y concertado, en el cual los representantes de los trabajadores y de
los empleadores, colaborando en un pie de igualdad con los
representantes de los gobiernos, participen en discusiones libres y
en decisiones de carácter democrático, a fin de promover el
bienestar común, que el logro de las condiciones que permitan a
todos los humanos lograr su bienestar material y su desarrollo
espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad
económica y en igualdad de oportunidades debe constituir el
propósito central de la política nacional e internacional, que
cualquier política y medida de índole nacional e internacional,
particularmente de carácter económico y financiero, deben juzgarse
desde este punto de vista y aceptarse solamente cuando favorezcan, y
no entorpezcan, el cumplimiento de este objetivo fundamental, que
"bla,
bla, bla...", por utilizar la significativa expresión que el
genial Escobar ponía frecuentemente en boca de D. Minervo o de
Pantuflo Zapatilla.
Muchos son
los factores determinantes de esta gripe económica sin
precedentes. Una gripe que amenaza con mutar y hacerse crónica, si no
letal, en la medida en que los dirigentes políticos sigan perdiendo el
tiempo con tratamientos meramente sintomáticos. A mi juicio, pese a
todo lo que unos y otros nos vienen contando desde hace tiempo,
todavía no se ha pormenorizado la etiología de la crisis, ni
siquiera se han identificado con precisión los agentes patógenos
que la han producido, por más que se insista en la tesis
recalcitrante que apunta a la burbuja tecnológica y las reacciones
de la Fed y el BCE; los bancos y los créditos impagables o subprime,
parcialmente incluidas en las Permutas Financieras de Moras
Crediticias (CDS), a las que el mismo Warren Buffett llegó a
denominar "armas financieras de destrucción masiva; el papel de
los organismos financieros y las agencias calificadoras y la falta de
regulación financiera; la escalada del precio del petróleo y la
coniguiente espiral de la subida de los precios en general; el
estallido de la la burbuja inmobiliaria y los desajustes en el sector
de la construcción; en fin, la teoría del caos y el consabido
efecto imprevisible del aleteo de una mariposa. A todo eso se suman
inadvertidos factores de índole emocional, una evidente crisis de
valores y múltiples cuestiones de actitud a la hora de enfrentarse a
la vida real y el múltiple y novedoso sistema de relaciones,
interconexiones e interacciones, no sólo económicas, sino también
sociales, narcidas al abrigo de la globalidad y las Tics, como han
puesto de manifiesto los múltiples movimientos y manifestaciones que
tomaron las calles de cientos de ciudades en todo el planeta.
Aún así,
intuyo que no se ha realizado un diagnóstico serio y fiable que
permita definir con rigor la terapia indicada. Parece que de un
tiempo a esta parte la mayor parte de los respresentantes políticos
se mueven como pez en el agua en el mundo de las ocurrencias, los
golpes y contragolpes de remo y la improvisación sin fundamento.
Esta forma de actuar genera una constante inquietud e inseguridad, lo
que impide planificar y formular cualesquiera ideas o proyectos, ni
siquiera a corto plazo. Porque constantemente escuchamos que es
preciso que fluya el crédito; pero quién va a comprometer un
crédito temiendo con justa razón que antes incluso del primer
vencimiento puedan haber variado no sólo las circunstancias, sino
las condiciones objetivas por arte de birlibirloque (cfr.
Decreto-Ley).
En mi pequeña
lista de anotaciones he incluido una serie de observaciones que
explican muchos de los síntomas de la enfermedad que injustamente
padecemos. En artículos posteriores tendré ocasión de profundizar
y expandirme, con todo lujo de detalles, en el análisis de las
desviaciones financieras de las administraciones públicas, la
proliferación de infraestructuras y servicios innecesarios e
insostenibles, las graves carencias en materia de planificación y
coordinación, el desconocimiento o la huida de técnicas de gestión
eficiente y de calidad, inexistencia de actuaciones de diseño para
la implantación e implementación de los servicios, errática
política de subvenciones, gratuidad de servicios sin considerar la
capacidad económica, improvisación legislativa y normativa, rayana
en la arbitrariedad y tantas otras actuaciones incongruentes, cuando
no irracionales. Pero no sólo en el ámbito del sector público se
ha gestionado con altas dosis de irresponsabilidad, sino que los
comportamientos de las organizaciones y los profesionales del sector
privado han dejado mucho que desear, con el consiguiente sobrecoste de
la producción y, consecuentementel, de los bienes de consumo y los servicios prestados, de
modo que se ha precisado facturar muy por encima de lo que
objetivamente pudiera parecer razonable para obtener un justo
beneficio en términos de rentabilidad previsible.
Y qué decir
de la difusión masiva de la cultura del dinero fácil y el éxito
rápido, aunque efímero, basado en la coyuntura y en el célebre
"carpe diem" del viejo Horacio, entendido en el sentido en
que se tomó tal expresión a partir de la Edad Media, no como
"aprovechar el momento" o "no dejar para mañana lo
que podamos hacer hoy", sino como "disfruta hoy sin pensar
en mañana" o "comamos y bebamos que mañana moriremos".
El concepto del
trabajo
puede ser abordado desde diversos enfoques. Su definición básica
indica que es la medida
del esfuerzo hecho por los seres humanos.
Aunque existe el trabajo
ad honorem, se
considera que el trabajo es una actividad realizada a cambio de una
contraprestación
económica. De ahí
la conocida expresión que afirma que “trabajo
es aquello que no harías si no te pagaran por ello”, lo que
introduce los conceptos de empleador y empleado. Y como
el ser humano es constitutivamente social (animal político, zoon politikón, en palabras de Aristóteles), esa tarea la realiza junto con otros. De ahí surgen las relaciones del trabajo, así como las de la vida
socioeconómica, que tienen por objeto, ya no sólo satisfacer las
necesidades del ser humano, sino también facilitar su desarrollo
como persona. Así pues, la vida social debería ofrecer la
posibilidad de lograr un estado de bienestar a través de lo que
podría llamarse un sistema de provisiones: alimentos, abrigo,
asistencia médica, cultura, seguridad, etc. Sistema de provisiones
que se obtiene por la incorporación de esa acción que denominamos
trabajo. De este modo, cuando esa acción se debilita o se merman las
posibilidades de su desarrollo, inevitablemente se resiente el
sistema de provisiones y consecuentemente las cotas de bienestar
alcanzadas. En esta situación, no sólo es razonable, sino de
justicia, que se repartan equitativamente las pérdidas entre todos
los socios de esta organización que llamamos nación. Lo que en
ningún caso resulta admisible es que se hayan repartido las ganacias
unos pocos y que ahora seamos todos los demás los que carguemos con
las consecuencias de sus alegrías, empezando por nuestros legítimos
representantes, que en realidad no son más que nuestros mandatarios,
a los que encomendamos que adopten decisiones dirigidas a
alcanzar las aspiraciones del pueblo español.
Excursus sobre lo
inexorabile del sufrimiento como garantía de éxito.
Pese a todo lo espuesto,
debemos convenir que no basta la racional elaboración y ejecución
de planes más o menos brillantes. Es de todo punto necesario
concitar una actitud valiente, dispuesta al esfuerzo y a la lucha,
con fe inquebrantable en nuestras posibilidades, sin necesidad de
seguir a pies juntillas los consejos de foráneos, a los que
tradicionalmente tendemos a considerar "más listos que
el hambre".
La magnífica obra del novelista Ruso Fiódor
Dostoievski, "Crimen y castigo" (1866), considerada por la
crítica como su primera obra maestra, encierra un profundo análisis
psicológico de su protagonista, el joven estudiante Raskolnikov,
cuya firme creencia en que los fines humanitarios justifican la
maldad le conduce al asesinato de una usurera petersburguesa. Pero,
desde que comete el crimen, la culpabilidad será una pesadilla
constante con la que el estudiante será incapaz de convivir. El
estilo enfebrecido y compasivo de Dostoievski sigue con maestría
única los recovecos de las contradictorias emociones del estudiante
y refleja la lucha extrema que libra con su conciencia mientras
deambula por las calles de San Petersburgo. Ya en prisión,
Raskolnikov se da cuenta de que la felicidad no puede ser alcanzada
siguiendo un plan establecido a priori por la razón: ha de ganarse
con sufrimiento.
En
el próximo capítulo analizaremos las cuestiones de lo productivo y
lo improductivo, valiéndonos de los postulados de Adam Smith, Stuart
Mill y otros insigens economistas, clásicos y modernos. Y veremos
las consecuencias que ha tenido la preponderancia de los segundo
sobre lo primero durante tantos años.