miércoles, 25 de mayo de 2011

PRIMAVERA SORIANA


      ¡Primavera soriana, primavera
humilde, como el sueño de un bendito,
de un pobre caminante que durmiera
de cansancio en un páramo infinito! 
 
          Antonio Machado, "Orillas del Duero" (Campos de Castilla)


          Desde la pequeña localidad de Caltojar, llego al El Burgo de Osma,  cabeza del partido judicial homónimo, en la Ribera Soriana, avenado por el Ucero, que pasa por la ciudad, donde confluye con el Avión. Sus naturales son burgueses, aunque se utiliza más el gentilicio burgenses.

         Es la sucesora de la antigua Úxama de los arévacos. Fue también importante ciudad romana, cuyas ruinas se extienden en lo alto de unos cerros. En la parte baja y cercana a ellos se halla la actual población, desarrollada alrededor de la Catedral.

 Arevacos.
De la información obtenida destacamos los siguientes avatares:
Los primeros datos que de los arévacos se conocen fueron suministrados por el escritor romano  Estabrón, ya que en los datos anteriores, transmitidos por Polibio y Libio, simplemente se habla genéricamente de las tribus celtíberas, que adquirieron pronto gran importancia por sus guerras con  Roma.
Los arévacos construían sus poblados sobre cerros para organizar una fácil defensa, rodeados de uno, dos y hasta tres recintos amurallados. Se sabe con certeza que habitaron en los lugares de  Osma (Uxama o Argaela, según Ptolomeo) y Sepúlveda (donde, por cierto, se come el mejor lechazo que puedas soñar).
Los aravacos, arevacos o arévacos llevaban un nombre que claramente celta. Se dedicaban a la agricultura y pertenecían a la más poderosa de todas las tribus celtíberas, extendiéndose sus poblados por casi toda la franja sur del Duero mesetario. Sus núcleos eran independientes entre ellos, cuantas eran las diferentes comarcas en que la misma estructura geográfica les dividía. Eran pueblos todavía groseros y rústicos, regidos por distintos régulos o caudillos, sin unidad entre sí y casi sin comunicaciones.
Cifraban su gloria en perecer en los combates y consideraban como afrentoso morir de enfermedad. Parece ser que este pueblo no enterraba a sus muertos, sino que quemaba los cuerpos, ya que en sus lugares de asentamiento se han encontrado necrópolis de incineración; sin embargo, para los que perecían en combate no consideraban digno el quemar sus restos, los cuales hacían descansar en cuevas, en fosas primero y posteriormente en urnas.
Adoraban a un dios sin nombre, al cual festejaban en las noches de plenilunios, bailando en familia a las puertas de sus casas. También rendían culto a sus muertos y a un tal "Elman" o "Endovellico", según atestiguan algunas inscripciones. Tenían por costumbre dejar sus iconos, o imágenes de los dioses, en cuevas situadas en abruptos peñascales –a veces se trataba de las mismas grutas donde descansaban sus antepasados–, y solían acudir a ellas en grupo, en días señalados para la ocasión. En estos lugares veneraban a sus divinidades y les solicitaban favores, dejándoles sus exvotos .
Su traje se componía de una ropilla negra u oscura, hecha de lana de sus ganados, a la que estaba unida una capucha o capuchón con la cual se cubrían la cabeza cuando no llevaban el casquete que estaba adornado con plumas o garzotas. Al cuello solían rodearse un collar. Una especie de pantalón ajustado completaba su sencillo uniforme.
En las guerras usaban espadas de dos filos, venablos y lanzas con botes de hierro, que endurecían dejándolos enmohecer en la tierra. Gastaban también un puñal rayado, y se alaba su habilidad en el arte de forjar las armas. Se presentaban a batalla en campo raso: interpolaban la infantería con la caballería, la cual en los terrenos ásperos y escabrosos echaba pie a tierra y se batía con la misma ventaja que la tropa ligera de infantería. El cuneas, u orden de batalla triangular de los arévacos, se hizo famoso entre los celtíberos y temible entre los guerreros de la antigüedad.
Las mujeres se empleaban también en ejercicios varoniles y ayudaban a los hombres en la guerra. Se veían precisados, para pelear, a dejar guardados sus cereales en silos o graneros subterráneos donde se conservaban bien los granos durante largo tiempo.
Sobre el año 200 a.c., el cartaginésAníbal quiso mostrarse señor de Hispania antes de medir sus fuerzas con Roma, y a este fin, y al de ejercitar sus tropas e imponer obediencia y respeto entre los  celtíberos, llevó sus armas al interior de la Península. Así se internó con dos expediciones consecutivas en tierra de los arévacos, talando los campos y rindiendo su capital, Numancia, cuyos habitantes obligó a huir con sus mujeres e hijos a las vecinas sierras, de donde luego les permitió volver bajo palabra de que servirían a los cartagineses con lealtad.
Mas cuando cargado de despojos regresaba de estas expediciones a Cartago Nova, los naturales de la meseta reunidos en bastante número se atrevieron a acometerle a las orillas del río Tajo y aun le desordenaron la retaguardia y rescataron gran parte del botín. Triunfo que los antiguos hispanos pagaron caro al siguiente día, en que Aníbal les hizo ver bien a su costa cuán superiores eran las tropas disciplinadas y aguerridas a una multitud falta de organización, por briosa que fuese, que por lo visto lo eran en verdad.
Con la llegada de los romanos, Numancia, una de las ciudades arévacas, protagonizaría una resistencia heroica al invasor. Tras las campañas de Tiberio Graco en el 180 a. C. y la firma de unos tratados con los pueblos indígenas, entre ellos los arévacos, Hispania conocería un periodo de relativa calma. Pero esta calma no duraría siempre: en el 153 a. C. los segedanos -debido al incremento de su población- decidieron ampliar las murallas; acto que no sería bien visto por Roma, que rompería los acuerdos, comenzando así las denominadas Guerras Celtíberas. Los segedanos, que aún no tenían terminadas sus murallas, se refugiaron en Numancia. El cónsul Quinto Fulvio Nobilior fue enviado a Hispania para sofocar la rebelión.

Burgo de Osma.

Constituida la ciudad en 1101, su antiguo trazado medieval se encuentra ordenado en torno a la Catedral de Ntra. Sra. de la Asunción, uno de los edificios religiosos más importantes de la provincia.


Queda muy poco del primitivo templo románico; el actual, iniciado en 1232 por el obispo Juan Domínguez de Medina y continuado en el s. XIV, ha sido objeto de adiciones y reformas posteriores. Entre las obras de arte que contiene destacan: el retablo mayor (1550-1554), por Juan Picardo según trazas de Juan de Juní; las rejas de la capilla mayor y del coro, forjadas por Juan Francés (1505); tablas del pintor llamado maestro de Osma (s. XV); el sepulcro (1258) del obispo Pedro de Bourges (San Pedro de Osma). De gran interés es la antigua sala capitular. El claustro actual es de estilo gótico tardío (1505), con algunas capillas y portadas platerescas. En el s. XVIII, se reformaron partes importantes del edificio: Juan de Villanueva construyó, con intervención posterior de Francisco Sabatiní y Luis Bemasconí, la girola, la sacristía (1770-1775) y la capilla del venerable Palafox (1772-1783). El museo catedralicio cuenta como su principal riqueza con un códice con los Comentarios al Apocalipsis del Beato de Liébana (1086) y otros códices miniados góticos o del s. XVI. 

      Muy cercana al recinto catedralicio, se encuentra el Palacio Episcopal (residencia del prelado oxomense), edificio caracterizado por una portada de estilo tardogótico, encuadrada en una amplia fachada de mampostería. Es la sede del Archivo Diocesano.
      En la Calle Mayor, uno de los ejes principales del antiguo entramado urbano, se puede admirar una de las estampas más  tradicionales de El Burgo de Osma: la de las antiguas casas sustentadas por soportales con columnas de piedra en toda su longitud (sólo en su lateral Este). Esta vía va desde la plaza Mayor hasta la de la Catedral.
      La Plaza Mayor, también de aspecto porticado como la Calle Mayor, es un espacio urbano preconcebido de trazado regular y arquitectura uniforme, claramente diferenciado del núcleo medieval, donde se alzan edificios dieciochescos como el Ayuntamiento (1768) y el Hospital de San Agustín (iniciado en 1699).
     Uno de los edificios señeros ubicados en la Plaza Mayor es el del Ayuntamiento, flanqueado de viviendas y frontero al edificio del Hospital de San Agustín, cuyas obras fueron comenzadas en 1768 y concluidas en 1771. 
     La oficina de turismo se ubica en el Hospital de San Agustín , dedicado a Centro Cultural. Un edificio tipo Alcázar con dos torres achapiteladas que flanquean el rectangular cuerpo central. En la actualidad el edificio está destinado a Centro Cultural.
     El palacio episcopal, próximo a la Plaza Mayor, es un edificio de estilo Neoclásico, construido a partir de 1787 bajo el patrocinio de Carlos III con planos de Sabatini y dirección de obras de Bernasconi. En su primer patio se encuentra una pequeña colección de taxidermia y dispone de una nutrida biblioteca. Tiene la advocación de Sto. Domingo de Guzmán, canónigo de Osma, que combatió a los cátaros en el Languedoc.
    Las históricas murallas de la ciudad fueron construidas por el obispo Pedro de Montoya en el s. XV y encierra el núcleo medieval burgense. La Puerta de San Miguel, que aún se conserva, es una de las varias que permitían el acceso al recinto del burgo medieval. Cercano a ella se encuentra el Convento del Carmen, inaugurado en 1607. Guarda un espléndido órgano francés de 1875.
   
  La Universidad de Santa Catalina de Alejandría, es un edificio con fachada y patio platerescos, construido entre 1541-1554, gracias al mecenazgo del obispo portugués D. Pedro Álvarez D’Acosta. En su portada destaca la imagen de la Santa.
     La Plaza de Toros (inaugurada en 1905) es un edificio de estilo neomudéjar cuya planta exterior es un polígono de veinticuatro lados. La construcción, obra del arquitecto Rodolfo Ibáñez, es de piedra de mampostería y ladrillo en la fachada. La primera corrida se celebró el 16 de agosto de 1905 con el siguiente cartel: toros de la ganadería de Máximo Hernán, de Colmenar Viejo, para los espadas Francisco Bonal "Bonarillo" y Antonio Segura "Segurita". 
     Próximo al curso del río Ucero, sobre una colina cercana y asomado al famoso Puente de época romana, divisamos el antiguo Castillo de Osma que domina los alrededores de El Burgo. Su estructura es de triple recinto, si bien los dos más próximos al río prácticamente han desaparecido.
    Tanto el recinto exterior del castillo como la Torre del Agua, que avanza cerca del puente hasta el borde del camino, se construyeron en la segunda mitad del siglo XV, en tiempos del obispo Montoya, aunque en la ciudad existen pruebas de anteriores fortificaciones ya en el siglo VIII.