martes, 20 de julio de 2010

BODAS Y OTRAS PERIPECIAS

El pasado sábado, a las siete de la tarde en el incoparable marco de la cuidadísima y florida ribera del pantano de Cecebre, bajo un sol de justicia, se casaban José Manuel y Lucía. Ofició la liturgia civil, con excelente talante y consolidada maestría mi buen amigo Pablo González. Exquisita la organización y el servicio y asombroso el saber estar de todos los invitados, sin excepción. La pareja bailó su valls con soltura y José Manuel demostró sobradamente que su larga etapa venezolana no sólo le dejó un peculiar acento cuando habla en castellano, sino también el dominio incuestionable del merengue. Como no podía ser menos saqué a bailar a la novia, aunque todavía no entienda por que se pararon todos para dejarnos solos y hacernos corro. Agradezco sinceramente los aplausos, la verdad es que jamás en mi vida había bailado con tanta brillantez un pasodoble. Y eso que Lucía me comentaba nerviosa mientras la conducía a la pista que no sabía bailar.
Estupendo el trío que animaba la fiesta, liderado por una chica de Oza dos Ríos, Aixa, que ya ha ganado el prestigioso Festival do Landro, en Viveiro. Fantástico el sonido, estupenda la armonía y fascinante la voz de Aixa, la cual, por otro lado, estaba increíblemente elegante: perfecto el maquillaje, las joyas, el recogido y el vestido negro que resaltaba su recientemente adquirido bronceado. Juan Carlos, el reverendo, como le llama Angélica, no paró de animar durante el baile y no paró hasta que, ya terminada la función, consiguió hacernos cantar a dúo y "a capella" a Aixa y a un servidor. Gracias de nuevo por los sinceros y calurosos aplausos.
Para rematar la jornada nos fuimos a Betanzos, que abandonamos, aún abarrotado de gente, a las seis y media de la mañana.

El domingo a las nueve partí para Moaña (quién me mandaría adquirir compromisos la mañana del domingo) y a la una y media del mediodía ya estaba en la sesión vermut de la tradicional Romería que sigue a las Fiestas de San Cristóbal de Enfesta.
Y es que los viejos roqueros, cuando no beben más que protocolariamente en los brindis, aguantan lo que le echen.
Le deseo toda la felicidad a esa simpática y querida pareja. Mucha suerte y larga vida juntos.

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